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Premio internacional de novela negra para el estellés Jesús Javier Corpas Mauleón

Jesús Javier Corpas Mauleón, 15-1-19

EL jurado del VIII Premio Wilkie Collins de novela negra ha acordado conceder un accésit a la obra Desayuno para el muerto del autor estellés Jesús Javier Corpas Mauleón. La novela que recibe este premio internacional había sido seleccionada finalista junto con otras cuatro, de entre las 160 admitidas procedentes de 20 naciones.

Al final las deliberaciones quedaron dos, y dado el casi empate la organización ha acordado otorgar este accésit, de manera excepcional cuando se considera de gran calidad una segunda obra.

Se suma a los que ha recibido el autor con anterioridad y, además, Desayuno para el muerto será publicado en breve dentro de la colección “Narrativa” de MAR Editor.

SINÓPSIS:

Óscar Serrano, alias “Plinio”, es el protagonista principal de esta historia. Comandante de infantería, destinado en el CNI español, viaja a Pamplona, su anterior destino como supervisor de dicho organismo, con objeto de disfrutar, junto con sus colaboradores y amigos de antaño, del final de las fiestas de San Fermín. A su pesar, su curiosidad innata y su intuición de investigador le van a jugar una mala pasada: ha ocurrido un incidente en el curso del último encierro que hubiera pasado desapercibido a cualquier otro, pero cuyo olor a chamusquina despierta el instinto de Plinio quien adivina que bajo el episodio aparentemente trivial hay gato encerrado.

En el curso de un día, entre la mañana del 14 y la madrugada del 15 de julio de 2015, discurre esta crónica que contada en tercera persona, desde la perspectiva de un narrador omnisciente, adquiere un ritmo cinematográfico con frecuentes flashback que evocan sucesos que acercan, predicen o explican claves de la trama o de sus personajes.

El protagonismo es compartido con la ciudad de Pamplona, su casco histórico, y el discurrir de las fiestas de San Fermín. Y van a ser los rituales de la ancestral y codificada liturgia sanferminera los que marquen el ritmo de los hechos y los sitúen en el tiempo, a la vez que la geografía de la ciudad y sus establecimientos lo hacen en el espacio.

Relato negro o novela de espías, a lo largo de estas páginas se urden y se desurden historias de los servicios de investigación españoles, de los movimientos anticastristas de la comunidad cubana de Miami, de los organismos de información del régimen de Cuba y de la mismísima CIA, amén de otras organizaciones dependientes o relacionadas con los citados, que forman una tupida red que emparenta los procedimientos de todos ellos y da pie a atinadas reflexiones sobre los códigos morales en los que se sustentan tales formaciones y buena parte de sus responsables.

Junto con los intérpretes centrales: el grupo de Quintanilla, cuatro hombres y una mujer, del mundo del espionaje español; y los cuatro hombres y una mujer que componen el contingente cubano; se intuyen otros personajes que mueven los hilos y que no iremos descubriendo hasta bien avanzado el relato. Pero además, desfilan como fondo de la ficción personas reales y viejos conocidos de la ciudad y de la fiesta que visten la narración y le dan un tono de verosimilitud que el buen conocedor agradecerá como un guiño cómplice.

No son los únicos actores que pueblan el escenario. De la boca de los miembros del CNI vamos a poder escuchar singulares reflexiones alrededor de la Transición Española y de algunos de sus protagonistas y sucesos más destacados. También, el ojo del narrador nos va a aproximar a la vida de los habitantes de Cuba, con visiones poliédricas de lugares, ambientes, situaciones y personas que componen un friso de la isla y los isleños a los largo de los años de la revolución castrista hasta hoy.

Seguiremos el trayecto de las pesquisas y las indagaciones en un lapso que comienza en la curva de Mercaderes, en el encierro del día 14 de julio y concluye en el domicilio madrileño de Quintanilla, en la mañana del 15. Y nos atrapará la secuencia de los hechos y sus posibles explicaciones desde las distintas y complementarias perspectivas de los protagonistas, algunas de cuyas coyunturas vitales conoceremos y dibujarán ciertos trazos que nos permitirán desvelar las claves su personalidad y su carácter.

No faltan en el relato sorpresas ni sobresaltos, señuelos falsos, pistas equívocas, alevosías, engaños y traiciones. Tampoco episodios de violencia: la sangre y la muerte son moneda común en la narrativa policiaca. Y como toda novela negra que se precie, este “Desayuno para un muerto” va a discurrir sobre un escenario que desvela el desengaño de quien conoce las altas esferas del mundo de la política internacional, el espionaje, y las sinrazones de la llamada Razón de estado, ese eufemismo que todo lo exculpa, lo encubre o lo justifica.

El autor teje una trama de sentimientos y emociones que sobrevuela las tensiones y los conflictos. Hay, naturalmente, un amor que pespuntea el recorrido de la historia insinuándose en ocasiones, mostrándose abiertamente en otras. Y son evidentes las referencias a la relación de solidaridad, camaradería y afecto sincero entre los miembros del equipo de los servicios de inteligencia españoles que han vivido y que recuerdan los años más crudos del terrorismo nacionalista vasco.

Hay mucho más en este nuevo libro que Jesús Javier Corpas Mauleón nos ofrece en una interesante muestra de su cada vez más copiosa trayectoria literaria. Pero si ha de resumirse el curso de una novela compleja y laberíntica en unas pocas frases, yo diría que en sus líneas palpita el espíritu del género de los Wésterns clásicos. Con los enfrentamientos a balazos a “la luz ambarina del farol y el eco de ladridos lejanos”, los romances imposibles, la alcohólica fraternidad con los amigos de lealtad inexpugnable, los jerarcas corruptos, las meretrices tentadoras, los hoteles de lujo, los mercenarios sin escrúpulos, los espías dobles, la melancólica evocación del pasado… Y con el inevitable tono crepuscular reflejado en el gesto escéptico y desencantado de ese héroe maduro y anónimo al que la cámara despide solitario en el último plano.

Antes del The End.

Juan Ramón Corpas.

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